La Asistencia social como un asunto de las mujeres (1972)


Título (escrito por la creadora):  La Asistencia social como un asunto de las mujeres 
Fecha(s) de la entrevista:  26 febrero 1972
Creador/a / autor/a / publicador/a:  Johnnie Tillmon, Liberation News Service
Lugar: US
Descripción física:
artículo PDF
Número de referencia: Tillmon-1972-LNS
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Nota del archivista: este artículo fue distribuido por Liberation News Service a la prensa en febrero de 1972. Ms. Magazine publicó una versión editada en el primer número en la primavera de 1972.


La Asistencia social como un asunto de las mujeres 

Johnnie Tillmon

Via Liberation News Service (Servicio de Noticias de Liberación), n. 415 (26 febrero 1972).

Soy mujer. Soy mujer negra. Soy mujer pobre. Soy mujer gorda. Soy mujer de mediana edad. Y yo recibo asistencia social.

In este país, si tú eres una de esas cosas ⎯pobre, negro, gordo, mujer, de mediana edad, con asistencia social⎯ tu humanidad vale menos. Si tú eres todas de esas cosas, tú no cuentas para nada. Salvo una estadística.

Soy una estadística.

Tengo 45 años. He criado a seis hijos.

Me criaron en Arkansas, y yo trabajé allí en una lavandería por quince años ganando entre 20 y 30 dólares a la semana, cosechando algodón para pagar el transporte. Me mudé a California en 1959 y trabajé en una lavandería allí por casi cuatro años. En 1963, me enfermé y no pudo seguir trabajando. Algunos amigos me ayudaron para solicitar asistencia social. 

No lo llamaban asistencia social. Lo llamaban la A.F.D.C.⎯ “Aid to Families with Dependent Children” o la asistencia para familias con niños dependientes. Cada mes, recibí $363 para mis hijos y para mí. Yo pago $128 cada mes para el alquiler; $30 por las utilidades, que incluyen la gasolina, la luz, y el agua; $120 para la comida y otras necesidades (no-comestibles) para la casa; $50 para las comidas durante el día en la escuela secundaria para los tres hijos que no recibían las comidas de precio reducido de los programas gubernamentales. 

Hay millones de estadísticas como yo. Algunas con asistencia social. Otras no. Y algunas personas, muy pobres, que ni siquiera saben que deberían tener acceso a las asistencias sociales. No todas esas personas son negras. Para nada. De hecho, la mayoría ⎯unas dos tercias⎯ de todas las familias pobres en el país son blancas. 

La asistencia social es como un accidente vehicular. Puede afectar a todo el mundo, pero afecta a mujeres de forma específica.

Y es por eso que la asistencia social es un asunto de las mujeres. Para muchas mujeres de clase media en este país, se preocupan por la liberación femenina. Para mujeres con asistencia social, es una preocupación por la liberación femenina para poder sobrevivir. 

44% de todas las familias pobres son encabezadas por mujeres. Lo que es suficientemente malo. Sin embargo, las familias con A.F.D.C. no son reconocidas como familias de verdad. Porque 99% de ellas son encabezadas por mujeres. Lo que significa que no hay ningún hombre en la familia. En la mitad de los estados, no puede haber ningún hombre en la familia porque la A.F.D.C. dice que, si hay un hombre “sin discapacidades” en la familia, la familia no puede recibir asistencia social. Si los niños van a necesitar comer, y el hombre no puede encontrar trabajo, él se tiene que ir y dejarlos. Para que sus hijos puedan comer. 

La verdad es que la A.F.D.C. es como un matrimonio súper sexista. Cambias a un hombre por otro hombre. Pero no lo puedes divorciar si te trata mal. Él te puede divorciar, por supuesto, repudiarte cuando quiera. Pero en ese caso, él se queda con los niños, tú no. 

El hombre está a cargo de todo. En un matrimonio normal, se supone que el sexo es para el esposo. Para la A.F.D.C., no deberías de tener sexo en ninguna circunstancia. Tú pierdes el control de tu propio cuerpo. Es una condición de la asistencia. Es posible que tengas que anudar las trompas para nunca más poder quedarte embarazada para evitar que te quiten la asistencia social. 

El hombre, el sistema de la asistencia social, controla tu dinero. Te dice lo que puedes comprar, lo que no puedes comprar, donde lo puedes comprar, y cuánto te va a costar. Si algunas cosas ⎯el alquiler, por ejemplo⎯ te cuestan más que lo que te dice que cuestan, da igual. Lo tienes que soportar y no recibes más.

Hay otros programas de asistencia social, otros tipos de personas que reciben asistencia social la gente ciega, la discapacitada, la gente anciana. (Muchas de ellas son mujeres también, especialmente la gente anciana.) Los demás cuentan por un poco más de un tercio de todos los casos de personas que reciben asistencia social. Los casos de la A.F.D.C. son los otros dos tercios. 

Pero cuando los políticos hablan sobre “el cáncer de la asistencia social que está comiendo los órganos vitales,” no están hablando sobre los ancianos, los ciegos, los discapacitados. Nadie está pensando en ellos. Ellos son los “pobres merecedores”. Los políticos están hablando sobre la A.F.D.C. Los políticos están hablando sobre nosotras – las mujeres quienes están encabezando el 99 por ciento de las familias de la A.F.D.C. – y nuestros niños. Somos el “cáncer,” los “pobres no merecedores.” Madres e hijos.

En este país, creemos en algo que se llama la “ética laboral”. Eso significa que tu labor es lo que te da valor humano. Pero la ética laboral misma representa un doble estándar. Aplica a los hombres y a las mujeres que reciben asistencia social. No aplica a todas las mujeres. Si eres una mujer de Scarsdale y pasas toda la vida sentada encima de tu prosperidad, pintándote las uñas, pues, está bien. 

La verdad es que un trabajo no significa necesariamente que ganes un salario adecuado. Una mujer con tres hijos ⎯no digo doce hijos, solo tres⎯ esa mujer ganando el salario mínimo federal de $2.00 por hora, sigue en una situación de pobreza. Ella se encuentra debajo de la línea de pobreza oficial del gobierno. Hay unos ten millones de trabajos que pagan menos que el salario mínimo, y si eres una mujer, es muy probable que seas una de las empleadas en esos trabajos. 

El presidente repite una y otra vez la idea de la “dignidad del trabajo”. ¿Qué dignidad? El salario es la medida de la dignidad que esa sociedad asigna a un trabajo. El salario y ninguna otra cosa. No hay dignidad en la inanición. Nadie niega, y mucho menos las mujeres pobres, que hay dignidad y satisfacción en la posibilidad de poder apoyar a sus hijos a través de un trabajo normal. 

Ojalá pudiéramos hacerlo.

El problema es que las políticas económicas de nuestro país niegan la dignidad y satisfacción de la autosuficiencia a millones de personas – los millones que sufren todos los días en sus trabajos sucios y mal-pagados – y todavía no tienen lo suficiente para poder sobrevivir.

La gente aún cree la antigua mentira de que las mujeres de la A.F.D.C. siguen dando luz a más hijos para poder recibir más dinero de los programas de asistencia social. 

En promedio, otro hijo significa $35 más al mes – apenas suficiente para pagar la comida y la ropa del niño. Dar luz a más hijos para ganar más dinero es una mentira que solo hombres podrían haber inventado, y una mentira que solo hombres podrían creer. Hombres quienes nunca tendrán que dar luz a ningún niño ni criar a ningún niño que posiblemente tendrían que mandar a la guerra. 

Hay muchas otras mentiras que la sociedad patriarcal nos cuenta sobre las madres que reciben asistencia social; que las madres de A.F.D.C. son inmorales, que son perezosas, que desprecian sus cheques de asistencia social, y que los gastan en alcohol y que son estúpidas e incompetentes.

Si la gente está dispuesta a creer estas mentiras, es, en parte, porque son versiones especiales de las mentiras que la sociedad cuenta sobre todas las mujeres.

En la televisión, una mujer aprende que el valor humano iguala a la belleza y esa belleza se reduce a la delgadez, la blancura, la juventud, y el dinero. 

Ella aprende que su cuerpo está asqueroso tal como está, y que ella necesita muchos productos cosméticos caros para cubrirlo. 

Ella aprende que una “mujer de verdad” pasa su tiempo preocupándose por qué tal huele su baño; que siendo importante significa siendo de la clase media, con dos autos, una casa en los suburbios, y un mini-vestido debajo de su abrigo. En otras palabras, una madre de la A.F.D.C. aprende que para ser una “mujer de verdad” significa siendo todas las cosas que ella no puede ser y teniendo todas las cosas que ella no puede tener.

O te rompe, y empiezas a odiarte, o lo rompes tú. 

Hay un buen aspecto de la asistencia social. Mata las ilusiones que tienes sobre ti mismo, y sobre la situación en la que está esta sociedad. Está expuesta abiertamente para ti. Tienes que aprender cómo luchar, ponerte agresivo, o no sobrevives. Si puedes sobrevivir recibiendo asistencia social, puedes sobrevivir lo que sea. Te da cierta libertad, un sentido de tu propio poder y comunidad con otras mujeres. Tal vez seamos nosotras las mujeres de asistencia social quienes liberarán a las mujeres en este país. Ya hemos empezado con nuestros planes de asistencia social. 

Junto con otros recipientes de asistencia social, hemos organizado juntos para que podamos tener una voz. Nuestro grupo se llama “the National Welfare Rights Organization (N.W.R.O.)” o La Organización nacional por los derechos a la asistencia social. Hemos armado nuestro propio plan para la asistencia social, que se llama “Guaranteed Adequate Income (G.A.I.)” o el salario adecuado garantizado, lo que eliminaría el sexismo del sistema de la asistencia social. 

Ya no habría las “categorías” – hombres, mujeres, niños, soltero, casado, con hijos, sin hijos ⎯ solo las personas pobres que necesitan ayuda económica y social. Se recibiría el salario de acuerdo con la necesidad y el tamaño de la familia ⎯ $6,500 para una familia de cuatro personas (lo que es la cantidad estimada adecuada determinada por el Departamento de labor), y subiría una vez que subiera el costo de vida. 

Si yo fuera presidente, yo resolvería esta supuesta crisis de los programas de la asistencia social en un minuto y lograría mucho para la liberación de todas las mujeres. Yo declararía que el “trabajo de mujeres” es trabajo de verdad.

En otras palabras, yo empezaría a pagar a las mujeres un salario adecuado por hacer el trabajo que ya llevan muchos años haciendo – criando a los niños y haciendo los quehaceres de la casa. Y la crisis se acabaría, así. Las amas de casa ganarían salarios también – un porcentaje determinado legalmente del salario de sus esposos – en vez de tener que pedir y esperar el dinero que ya han merecido. 

Para mí, la liberación femenina es sencilla. Ninguna mujer en este país puede sentirse digna, ninguna mujer se puede liberar, hasta que todas las mujeres arrodilladas se levanten del suelo y se pongan de pie. Eso es lo que N.W.R.O. quiere lograr – que todas las mujeres estén paradas juntas, de pie. 


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